O podría haber comenzado con el comentario de que nuestro Centro Vecinal convoca a una reunión con el comisario del pueblo, a instancia de la Directora de Centros Vecinales y Relaciones Intermunicipales de la Municipalidad, para discutir el tema de inseguridad ante los reiterados delitos que vienen ocurriendo en el barrio.
O quizás contando una historia, como tantas otras, de mi amigo Tito y su pareja, que con mucho esfuerzo intentan terminar su casa. Ellos trabajan en Córdoba y un día, al regresar, encuentran su casa saqueada. Seguramente, por cómo entraron y por las cosas que se llevaron, el robo fue efectuado por personas de los alrededores, tan carenciados como ellos.
Y es que el delito es un problema social que va más allá de la estúpida idea de “la mala semilla” y de que “más Policía es más seguridad”. Tiene fuertes cimientos en la sensación de injusticia, en aquello que “merezco” pero que no recibo, aquello que “deseo” pero que me es negado.
El delito es un hecho político, y su solución es política, en esto coincido con Albert Camus, quien dice: “No basta con exigir orden para gobernar bien, sino que hay que gobernar bien para lograr el único orden que tiene sentido: no es el orden el que refuerza la justicia, sino la justicia la que da su certeza al orden”.